En un hecho histórico, más de 30 mil mujeres marcharon. Te presentamos testimonios de seis asistentes a la movilización del 8M en la capital de Puebla. La exigencia es la misma: no más violencia. Están cansadas del acoso sexual, de la violencia física y emocional que ejercen o ejercieron sus parejas sobre ellas, de las violaciones, las desapariciones y los feminicidios. De la omisión de las autoridades.
Cada una de ellas lleva una batalla interna. A continuación, te presentamos seis testimonios.
Karla, 34 años
Acudió con un pañuelo naranja porque es víctima de violencia vicaria. Hace un año y tres meses que no ve a su hijo y está a punto de entregar la guardia y custodia del menor a su agresor. Hará las cosas como él quiere, todo con tal de ver su hijo, aunque sea bajo sus condiciones.
Pilar, 59 años
Su esposo la dejó marcada de por vida. Ella, su mamá y su abuelita fueron violentadas durante mucho tiempo, pero en ese entonces no podían alzar la voz. La señora Pilar está segura que las mujeres no somos el sexo débil, al contrario. Marchó para que sus hijas y nietas sean mujeres libres, para que no sean violentadas y reprimidas, como lo fue ella.
Dulce, 25 años
Es originaria de Veracruz, pero estudia en Puebla. Su vida cambió en 2016, cuando su mejor amiga desapareció en el estado vecino después de subirse a un taxi. Desde ese entonces, no hay noticias de ella. Para Dulce su vida tiene un antes y un después. Extraña mucho a su amiga y guarda, con mucho cariño, la última fotografía que se tomó con ella. Es la tercera ocasión que marcha un 8 de marzo.
Camila, 10 años
Camila está a un día de cumplir 11 años. En las noticas, escucha que las mujeres son violadas y asesinadas, por eso marchó este 8M. A su corta edad, “siente feo” y eso la motivó a salir a las calles.
Elena, 25 años
Elena es una mujer trans. Marchó porque quería unirse en una sola voz. Ella y muchas de las que considera sus hermanas son violentadas constantemente, lamentablemente no solo por hombres. Lucha por respeto y derechos.
Andrea, 20 años
Su mamá sobrevivió a una relación muy violenta y ella también sufrió agresión física y emocional por una expareja. Todas las mujeres en su familia padecieron violencia y ella tenía miedo de decirles la situación que vivía. Después se dio cuenta que no tenía por qué soportar bromitas y comportamientos que la hacían sentir mal.