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Laura, la mujer que duerme afuera del Hospital del Niño Poblano

Laura, la mujer que duerme afuera del Hospital del Niño Poblano

Casas de campaña donde duermen familiares de pacientes del Hospital del Niño Poblano.

Laura tiene 32 años, es originaria de Pantepec, Puebla y desde hace dos meses duerme afuera del Hospital del Niño Poblano en una casa de campaña que le dejó una familia que perdió un niño.

A su bebé recién nacido le detectaron un soplo en el corazón y está a la espera de su segunda cirugía.

Sentada sobre una reja de plástico cubierta con pedazo de cartón, al pie de una casa de campaña pequeña, Laura me contó su historia. Hace dos meses dio a luz a su primer hijo: Tadeo.

Ella vive en un municipio que colinda con el vecino estado de Veracruz, por eso se alivió en Poza Roca. Cuando los médicos le mostraron a su hijo se percataron de que algo no estaba bien. Laura dice que cambió de color.

A Tadeo le diagnosticaron un soplo en el corazón y lo trasladaron al Hospital del Niño Poblano. Los especialistas dijeron que en este hospital tenían todo lo necesario para su hijo.

Laura y su esposo subieron a una ambulancia que los trajo hasta ese hospital. Ella estaba recién aliviada. Llegaron sin ropa, cobijas y con muy poco dinero.

A los 15 días de nacido Tadeo fue intervenido quirúrgicamente. Del corazón ya está mejor, ahora tiene un problema en la garganta. Laura me explicó que no puede succionar correctamente la leche y se le está yendo a los pulmones. Le harán una traqueotomía.

Laura y su esposo no comen: todo el dinero es para los medicamentos de su hijo

Durante un mes, Laura y su esposo durmieron en el piso, afuera del acceso principal al hospital. Su hijo estaba en un área de Neonatos y no podían quedarse ahí. En una ocasión comenzó a llover y su esposo le pidió al vigilante que, por favor, la dejara entrar porque recién había dado a luz. No la dejaron.

Vista por dentro de la casa de campaña donde duerme Teresa. credit: Magarely Hernández

Dice que le duele mucho su cadera, también ha presentado dolores de cabeza y náuseas.

De Pantepec al hospital son, aproximadamente, seis horas de camino. Su familia solo ha ido a verlos una vez. El abuelo paterno de Tadeo les llevó cobijas, ropa y les dejó un poco de dinero. Ese dinero lo utilizan para comprar los medicamentos que les piden.

Laura y su esposo comen una vez al día. El poco dinero que tienen lo usan en medicamentos. Sin embargo, ella dice que no puede comer sabiendo que su bebé no lo hace.

Aunque su rostro no refleja tristeza, pero sí cansancio, los ojos de Laura se llenaron de lágrimas cuando me dijo que nadie en su familia conoce a Tadeo.

Laura y su esposo, duermen afuera del Hospital del Niño Poblano, igual que otras personas 

Desde hace dos meses, Laura y su esposo duermen en una casa de campaña. Esa casa se las regaló una persona que se fue porque desafortunadamente su nieta falleció.

No son los únicos. En la lateral del bulevar del Niño Poblano hay decenas de personas que duermen en estas casas desde hace semanas o meses. Todas viven una situación similar, así que solo queda apoyarse entre ellas.

Vista de casas de campaña donde duermen familiares de pacientes del Hospital del Niño Poblano. credit: Magarely Hernández

Unos más me dijeron que vienen de Atlixco, San Pedro Cholula, Chiautla de Tapia y Teziutlán. La mayoría come lo que la gente les regala. En las mañanas o en las tardes hay personas que van a dejarles tortas, pan y agua. Ayer una señora les regaló juguetes por el Día del Niño.

A un costado de la entrada principal hay un altar. Nadie sabe exactamente quién lo puso, pero a diario una señora va a rezar. Hay flores, veladoras y hasta el número telefónico de un diácono. Me explicaron que muchas personas lo solicitan para bautizar a los niños y niñas.

Altar con imágenes religiosas instalado por familiares de pacientes del Hospital del Niño Poblano. credit: Magarely Hernández

Laura va al baño a un negocio que está a la vuelta. Le cobran 5 pesos por hacer del baño y 20 por bañarse; solo tiene 15 minutos. Otras personas encontraron un lugar en el que les cobran 15 pesos, pero solo les dan 10 minutos.

Nadie quiere ir al albergue del hospital porque dicen que los tratan mal. A veces no alcanzan comida, no hay agua o los ponen a limpiar y lavar trastes cuando la mayoría quiere descansar. La ropa que les dan, a un bajo costo, pero la cobran.

Prefieren quedarse afuera del hospital para estar al pendiente de sus pacientes. Y es que es común que los manden a llamar para que compren algún medicamento o equipo que en ese momento no se tiene.

Todos tienen la misma idea en la cabeza ¿Y si pasa algo y no estamos?

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