Hace una semana se viralizó el video de 8 juniors que golpearon brutal y tumultuariamente a otro joven en Puebla. A decir de los testigos, Neto Calderón (la víctima), defendió a su amiga cuando los agresores le lanzaron una cerveza encima. Neto quiso defender la dignidad de su amiga a quien un grupo de jóvenes agredieron.
Acto seguido, los 8 jóvenes golpearon brutalmente a Neto hasta dejarlo prácticamente inconsciente, le patearon la cabeza, razón por la cual hoy se encuentra con fracturas y el riesgo de perder la vista en uno de sus ojos.
Posteriormente y gracias a las redes sociales, la hermana de Neto pidió que el video donde se mostraba la agresión se compartiera para exigir justicia. La identidad de los agresores se reveló y se dio a conocer que todos eran egresados de escuelas privadas como el Colegio Americano de Puebla, el Tecnológico de Monterrey y la Universidad Anáhuac Puebla.
Lo anterior evidenció qu todos los agresores provenían de familias con suficiente poder adquisitivo como para pagar las colegiaturas de dichas instituciones, las cuales son bastante elevadas, por lo que se les dio el mote de juniors. Es decir de jóvenes provenientes de familias adineradas y con influencias.
La fiscalía ha dado a conocer que la investigación de este caso ha concluido, por lo que ses espera que en breve haya noticias sobre los agresores y que haya Justicia para Neto.
Pero más allá de la indignación por lo desproporcional del ataque, y la exigencia de una sanción para los agresores, es importante reflexionar sobre la manera en la que estamos socializando la solución de problemas y conflictos en las generaciones más jóvenes, principalmente en los hombres.
Esto porque por muchos años, el modelo de masculinidades hegemónicas ha prevalecido en la cultura mexicana y patriarcal, es decir, aquel modelo en el que se educa a los hombres a usar la violencia como mecanismo para la “solución” del conflicto, aunque esto genere más violencia, es aquel en el que un hombre solo reivindica su valía y su hombría, a medida que es capaz de ganar, dominar y hasta humillar al otro, es un modelo en el que los hombres construyen pactos de encubrimiento e impunidad, incluso en casos como el de Neto, en el que se comportan como una manada, donde no cabe la racionalidad, ni la discrepancia. En donde en el falso supuesto de “cuidarse las espaldas”, 8 jóvenes pueden agredir desproporcionalmente a uno solo que no representa amenaza para todos ellos, con tal demostrar que “se cuidan” y que el riesgo y la agresividad, reafirman su hombría ante los otros, para que “aprendan a no meterse con ellos”, aún cuando fueron ellos quienes iniciaron las agresiones.
Las masculinidades hegemónicas son principalmente nocivas y peligrosas para las mujeres, pues desde ese modelo, todo lo relacionado con lo femenino debe ser dominado y controlado, pero también es nocivo para otros hombres, especialmente para quienes no son vistos como iguales o para quienes por condiciones de raza, género o clase, se encuentran en desventaja y son susceptibles de agresiones por no formar parte de ese modelo violento.
Por ejemplo agresiones contra personas de las disidencias sexuales que son rechazadas por las masculinidades hegemónicas por “no actuar como hombres”. Personas de una clase social menor y un nivel adquisitivo menor, como en el caso de Neto, a quien no solamente golpearon, sino que humillaron por saber que ellos contaban con un entorno que les brinda impunidad por el capital económico y social que seguramente tienen sus familias.
Este como muchos casos más de bullying, de ataques sexuales como los de la manada en Madrid, los porkys en Veracruz y los ataques violentos de juniors, deben llevarnos a reflexionar la importancia de educar fuera de las masculinidades hegemónicas y la violencia como mecanismo de solución del conflicto. La violencia siempre genera más violencia y no demuestra que tan hombre se puede ser, sino que tan inhumano y cruel se puede ser.