Guillermo del Castillo

Guillermo del Castillo Cajica

El eterno abandono de los propósitos de Año Nuevo

¡Ah, el nuevo año! Ese mágico momento en que todos prometemos que esta vez sí será diferente. Nos llenamos de entusiasmo, como si un simple cambio en el calendario fuera a borrar todos nuestros hábitos de procrastinación. Nos juramos que dejaríamos de comer pastel a media noche, que iríamos al gimnasio cinco veces a la semana y que, por fin, leeríamos esa lista de libros olvidados. Sin embargo, aquí estamos, en febrero, lamentando el hecho de que la única meta alcanzada fue recordar que hay un rincón en el sofá específicamente dedicado a nuestras siestas. ¡Felicidades, otro año en el que nuestros sueños fitness se evaporaron tan rápido como el champán de la fiesta de Año Nuevo!

A pesar de esta cruel ironía de los propósitos que se desvanecen, es crucial tomar un momento para reflexionar sobre la importancia de la disciplina. La disciplina, ese concepto que suena casi grosero en un mundo que celebra la gratificación instantánea, se puede definir como cumplir con los acuerdos que hacemos con nosotros mismos. No se trata de establecer metas titánicas de la noche a la mañana, sino de descomponerlas en pasos más pequeños y manejables.

Comenzar con un acuerdo sencillo, algo que te parezca alcanzable, puede ser el primer paso hacia un cambio duradero. Si tu meta es hacer ejercicio, en lugar de prometerte que irás al gimnasio todos los días, empieza por comprometerte a caminar 15 minutos tres veces a la semana. Así, poco a poco, irás sintiendo el progreso y construyendo confianza en ti mismo. Cada pequeño logro es un motivo para celebrar, y esos festejos, aunque sean simples, como disfrutar de una tarde de descanso o permitirte un capricho, son el combustible que te mantiene en la senda del éxito.

Recuerda que la disciplina no es castigadora; no se trata de castigarte por los fracasos, sino de reconocerlos y aprender de ellos. Ser disciplinado es un acto de amor propio, un compromiso diario que promete ser tu mayor aliado en la búsqueda de tus metas más ambiciosas. Así que, mientras te preparas para otro año lleno de promesas, considera la posibilidad de cambiar tu enfoque: en lugar de establecer un montón de metas grandiosas, establece un acuerdo contigo mismo que puedas cumplir. Porque al final del día, es el viaje y los pequeños logros a lo largo del camino los que realmente importan.

¡Feliz 2025 y a por esos pequeños pasos!

Tú eres único, eres extraordinario.

¡Desata tu poder y tu esplendor!

El mundo necesita que brilles.

Soy Guillermo del Castillo.
Te quiero.

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