Reflexiones a propósito del caso “Marilyn Cote”
En las últimas semanas una de las noticias más comentadas en Puebla, que ha sido objeto de reportajes a nivel nacional y que incluso ha sido mencionado en La mañanera, es la relacionada con una mujer que por varios años se hizo pasar por Psiquiatra, trasgrediendo a las autoridades que en nuestro estado regulan los servicios de salud, y la integridad y la salud de un gran número de personas y familias afectadas por esta praxis fraudulenta.
Ni hablar de los testimonios de quienes recibieron la atención de la pseudopsiquiatra y de las demandas que se van acumulando. Pero más allá de lo mediático y del fatal resultado de esta situación, es evidente que este es un caso sobre el cual reflexionar para poner sobre la mesa aquello que como sociedad hemos normalizado pues en muchas ocasiones dejamos el cuidado de nuestra salud en manos de personas que no cuentan con las credenciales ni conocimientos para hacerlo, y sin contemplar las implicaciones futuras.
Sé que este es un caso extraordinario, sin embargo, me pregunto si eventualmente en nuestras vidas hemos sido víctimas – o cómplices – de situaciones similares, quizá no con tan aparente gravedad en el corto plazo, pero sí con complicaciones silenciosas, graves y de largo plazo. ¿Cuántas veces has aceptado una recomendación para que a través de pastillas, polvitos, suplementos, masajes, etc. mejores ciertos aspectos de tu salud?, ¿cuántas veces te has automedicado?, ¿cuántas veces te has sentido tentado a tomar quién sabe qué gotas o pastillas para perder peso?, ¿cuántas veces has comprado en un catálogo remedios milagrosos para el insomnio, el estrés o la ansiedad?. Piénsalo, en todas esas ocasiones has sido responsable de perpetuar este tipo de situaciones que solo te ponen en riesgo.
La preparación de quienes se están formando o nos hemos formado para ejercer una profesión del área de la salud, llámese Medicina, Psicología, Nutrición, Biomedicina, Fisioterapia, Enfermería, Odontología, etc., es ardua. Quisiera hacer algunos comentarios sobre la instrucción académica que recibimos. Detrás de las horas dentro del aula, de las horas dedicadas a las tareas correspondientes y de aquellas de práctica en la simulación o en la atención personalizada, está un análisis exhaustivo de expertos que identifica las necesidades sociales y el camino que debe tomar cada profesión para ayudar a la solución de los problemas de salud apremiantes. Posteriormente, la Secretaría de Salud a través de la Comisión Interinstitucional para la Formación de Recursos Humanos para la Salud (CIFRHS) hace una revisión puntual de las credenciales profesionales y académicas de la planta docente, de los contenidos académicos, de laboratorios, convenios, espacios de práctica, líneas de investigación y seguimiento de proyectos, de tal forma que puede turnar una opinión a la Secretaría de Educación Pública para que indique si el programa de formación tiene los elementos recomendables para la enseñanza en salud.
Por mencionar solo un ejemplo, un programa de licenciatura en esta área consta de más de 7,000 horas de formación académica divididas entre la teoría y la práctica, además de la preparación de exámenes, la realización de tares y visitas académicas que pueden llegar a duplicar o triplicar esta cifra. Además, hay que sumar las horas de los posgrados que debemos estudiar para especializarnos y tener las licencias correspondientes para la atención en las áreas en las que nuestros servicios se requieran.
Como en todas las profesiones, nos formamos estrictamente en conocimientos teóricos, habilidades y vivencia de actitudes para el desarrollo pensamiento crítico en la toma de decisiones clínicas, que deben atravesarse por una visión ética e integral. Muchas de las horas que pasamos en las aulas y en los lugares de práctica profesional, observamos, identificamos y contextualizamos para intercambiar puntos de vista con los colegas y docentes y establecer las normas éticas de nuestro proceder, poniendo en el centro a la persona misma.
Todo esto nos permite obtener una cédula profesional que avala la capacidad y pericia para ofrecer nuestros servicios a la sociedad. En épocas recientes las profesiones mencionadas se ven amenazadas por situaciones como la de Marilyn Cote, pero también por la oferta descontrolada de cursos en instituciones y plataformas de dudosa reputación (que por cierto no solicitan ningún conocimiento previo o revisión de cédula profesional) y que otorgan un diploma que no debería permitir ejercer una función como el cuidado de la salud; también están amenazadas por el alto impacto de malas prácticas difundidas en redes sociales, y también por quienes siguen consejos de otros y no de un profesional.
Desafortunadamente ante esta situación en un país como México que tiene problemas de salud gravísimos, cuando tocas la puerta de un experto a veces tu calidad de vida ha mermado y ya es demasiado tarde.
El intrusismo profesional es un delito que no es solo responsabilidad de quien lo comete, sino también de quien lo permite, lo fomenta, lo avala y lo consiente; suplantar una profesión rebasando las capacidades y habilidades profesionales no es un juego, no es correcto y no debe normalizarse.
Autora: Leticia López Posada, Directora del Departamento de Ciencias de la Salud de la Universidad Iberoamericana Puebla.