Los nuevos tiempos traen a la profesión docente retos ambiciosos
En días pasados platicaba con una colega que recién inicia en la docencia. Ella estaba molesta porque alguien le preguntó si nada más se dedica a dar clases. “Nada más”, me dijo, como si fuera tan fácil. Ciertamente, muchas veces opinamos sobre la docencia sin considerar todo lo que implica y sin haber estado frente a un grupo. Es muy fácil criticar el trabajo docente y pensar que cualquiera puede hacerlo. La realidad es que para ser profesor se requiere preparación y actualización permanente, capacidad de resolver problemas constantemente, pensamiento crítico, manejar grupos, adaptarse a diferentes estilos de aprendizaje, entre otras cosas. Es en la formación para “nada más” ser docente donde quiero poner el acento.
En la educación superior a diferencia de lo que sucede en los niveles educativos que le anteceden, los profesores rara vez llegamos preparados para ser docentes. A pesar de que un profesor universitario suele tener conocimientos actuales y aplicables en su especialidad, esto no garantiza que pueda enseñar de forma efectiva. De manera que “nada más” debe tener formación didáctica, lo cual le proporciona herramientas necesarias para hacer que ese conocimiento se transforme en aprendizaje significativo para sus estudiantes. Adicionalmente, la formación pedagógica le permite utilizar varias estrategias didácticas que se adapten a las necesidades de sus alumnos. La formación didáctico-pedagógica también contribuye a definir los objetivos de aprendizaje, diseñar el plan de trabajo de un curso, diseñar e instrumentar actividades de aprendizaje con enfoque en el desarrollo de competencias, así como el diseño de la evaluación de los aprendizajes.
La formación en nuevos ambientes de aprendizaje permite a los docentes universitarios integrar de manera efectiva los avances tecnológicos en sus clases, mejorando la experiencia educativa. Además, el paso hacia la era digital implica cambios en el trabajo docente, ya que con la inclusión tecnológica el profesor tiene la posibilidad de ser más organizador, guía o acompañante, la idea es “nada más” cambiar la transmisión unidireccional por el intercambio horizontal del conocimiento.
También es importante reflexionar sobre la práctica docente porque esto posibilita identificar áreas de mejora y ajustar métodos y estrategias para favorecer al aprendizaje, lo cual contribuye “nada más” a crear un ambiente en el aula donde los estudiantes se sientan motivados, respetados y valorados.
Considerando lo anterior, se puede notar que los docentes universitarios “nada más” tenemos la responsabilidad de asegurar una educación de calidad que prepare a nuestros estudiantes para los desafíos del mundo laboral y social. Los nuevos tiempos traen a la profesión docente retos ambiciosos, pues es necesario además de una amplia formación en lo didáctico-pedagógico y tecno educativo, tener habilidades para la reflexión, la comunicación eficaz, el desarrollo de habilidades de pensamiento, la toma de decisiones en contextos de amplia incertidumbre y la puesta en marcha de alternativas que contribuyan a solucionar problemas en contextos que cada vez son más fugaces, confusos y complejos.
Es cierto que en las universidades existen áreas de formación que suelen estar a la vanguardia en cuanto a los cursos y talleres de formación integral que ofrecen, pero también es cierto que la participación docente en estos espacios es poca. Pero no es por falta de ganas; el horario laboral, la carga de trabajo o el impartir clases en diversos lugares, muchas veces no les facilita participar en la oferta formativa. Razones hay muchas, pero las áreas de formación ofrecen con más frecuencia alternativas de horarios, así como las modalidades híbridas o virtuales. Ojalá que todos los profesores nos ocupemos cada vez más en formarnos para “nada más” ser docentes.
La autora es académica de la Universidad Iberoamericana Puebla.
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