El artículo tercero constitucional establece que toda persona tiene derecho a la educación, y que la educación impartida por el Estado será inclusiva, entre otras. Sin embargo, en la realidad ¿realmente es para todas y todos?, ¿se puede afirmar que la educación formal en México es realmente inclusiva?
Durante la historia y el desarrollo del sistema educativo mexicano ha habido diversos avances para la inclusión, los cuales han permitido que una gran diversidad de niñas, niños y adolescentes transiten por los diferentes niveles educativos, sin embargo la propuesta debe ir más allá de estrategias que impliquen adaptaciones o adecuaciones a la “normalidad”, sino más bien que signifique una concepción diferente de la educación donde desde su origen, pueda responder a las necesidades y características de todas y todos ya que, es un hecho que en las aulas se encuentran estudiantes de todo tipo: con diferente desarrollo cognitivo, situación familiar, origen étnico, orientación sexual, situación socioeconómica, neurodivergencias, capacidades diferentes, historial académico, etc., es decir, ningún estudiante es igual a otro u otra.
Por lo tanto, el proceso de planeación didáctica de los procesos de enseñanza – aprendizaje deberían nacer desde el hecho de la diversidad ya que, de esta manera, se estaría diseñando para todas y todos desde el principio. Justamente de esto trata el Diseño Universal para el Aprendizaje o DUA. Esta propuesta surge del Diseño Universal en arquitectura, concepto acuñado por Ron Mace, quien proponía el diseñar productos y entornos que desde el principio pudieran ser utilizados por todas las personas en la medida de lo posible, en este sentido no habría necesidad posterior de poner un “parche” para cumplir con la normativa o adaptarse a las necesidades.
Trasladando esta propuesta a la educación, el foco no estaría en las características del estudiante y lo que se necesita ajustar para él o ella, sino en cómo hacer el proceso, las herramientas y/o los recursos accesibles para todas y todas, es decir, el problema no son los estudiantes, sino las barreras generadas por un currículum rígido y homogéneo o por estrategias didácticas rígidas y generalizadas.
La propuesta del DUA se organiza en tres principios: proporcionar múltiples formas de implicación, proporcionar múltiples formas de representación y proporcionar múltiples formas de acción y actuación.
El primer principio hace referencia a la motivación, ¿cómo mantener motivados a las y los estudiantes?, con múltiples formas de implicación, es decir, con diversas opciones para captar el interés: qué les llama la atención, qué alternativas dentro de una tarea se podrían presentar, cómo se promueve que identifiquen la relevancia del contenido o tarea. También implica diversas opciones para mantener el esfuerzo y la autorregulación, es decir cuál es el nivel de dificultad para qué estudiantes, qué andamiaje necesitan, cómo retroalimentar, qué habilidades tienen para reconocer sus reacciones y gestionar conflictos.
El principio sobre proporcionar múltiples formas de representación tiene que ver con cómo se presenta el contenido. Lo anterior implica pautas de proporcionar opciones para la percepción, opciones para el lenguaje, las expresiones matemáticas y los símbolos, y opciones para la comprensión; es decir el uso de todos los sentidos, activar los conocimientos previos, que la información esté disponible, y qué alternativas hay para presentar el contenido.
El último principio, se relaciona con las diferentes formas de aprender y de interactuar, por ello, implica opciones para la acción, la expresión, la comunicación y las funciones ejecutivas. Por ejemplo, en el tipo de actividades, en la diversidad de formatos, de guías de evaluación, de tareas y evidencias.
Tomando en cuenta estos principios y pautas, así como cambiando la concepción de inclusión, realmente se estaría hablando de educación para todas y todos.