Es imposible no remitirse hoy, en el anticipado proceso interno de Morena a la gubernatura de Puebla, a la guerra de encuestas que sucedió en el 2010 en la contienda entre Rafael Moreno Valle y Javier López Zavala (hoy preso por el feminicidio de Cecilia Monzón).
Los que reporteamos en aquel interesantísimo proceso electoral conocimos del fenómeno del uso de estudios demoscópicos como arma de percepción.
Javier López Zavala fue el llamado “delfín” del gobernador Mario Marín Torres, en quien creyó toda la estructura del PRI, empresarios y directores de medios de comunicación que, en ese entonces, la mayoría operaba a su favor.
El candidato usó una gran cantidad de encuestas para vaticinar su triunfo. Los que en ese entonces “realizaron mediciones” a su favor lo ponían hasta 14 puntos delante de su adversario, Rafael Moreno Valle.
Mitofsky, Prospecta Consulting fueron algunas que dieron una amplia ventaja al priista, mientras que, en noviembre del 2009, el BEAP publicó un empate técnico.
El caso es que, en aquellos años, hace 13 años ya, se impuso esa moda del uso de encuestas como instrumento mediático.
Hoy hay dos versiones, la de que Ignacio Mier ya hasta rebasó a Alejandro Armenta y la de que está empatado con el exsecretario de Gobernación, Julio Huerta, y que el senador se mantiene en la cima del conocimiento.
Lo cierto es que hoy los políticos mandan a “hacer una encuesta” y después la distribuyen con la lectura más favorable posible entre los medios de comunicación aliados.
“¡Inalcanzable!” “Caballo que alcanza gana”, fueron algunos de los encabezados para ponderar aquellas fotografías demoscópicas que después terminaron hundidas en términos de reputación.
Algunas perdieron la credibilidad el día de la elección, cuando Rafael Moreno Valle ganó por 14 puntos, una arrastriza que nadie se atrevió a vaticinar.
Otras, encontraron un modelo de negocio rentable, se aprovecharon de los puntos ganados en el 2010 y terminaron de igual forma vendidas al mejor postor.
Hoy vivimos exactamente lo mismo, en términos del uso de las encuestas como instrumentos mediáticos. Aunque algunos de los aspirantes de Morena refieran que solo las usan para tomar decisiones internas, la realidad es que todos sucumben a la vanidad de hacerlas públicas.
La diferencia es que ninguna de las encuestas publicadas espejea la encuesta que realizará Morena para elegir al candidato. Una encuesta, dirían muchos, complicadísima que pondera 10 preguntas y que, por su metodología, solo puede ganar uno y por amplia mayoría.
Y tampoco serán usadas las encuestas contratadas por los aspirantes, para la medición final.
Y es que a nivel nacional cacharon una pequeña trampa.
Se filtró que Mendoza Blanco y Asociados sería una de las empresas que participaría en los sondeos y otros, entre ellos un poblano que se enteró de su selección, comenzaron a contratar sus servicios con la finalidad de ganar simpatía.
Por esa razón, Morena decidió dejarla fuera.
Para finalizar hay que recordar precisamente lo que pasó en el 2010, muchas encuestas, no todas, son usadas como instrumentos de percepción y, si hacemos un paralelismo, el que más presume que va ganando la encuesta es el más nervioso de los resultados reales.
Ahí se los dejo.