México vivió un proceso electoral histórico el pasado domingo 2 de junio y la ciudadanía eligió a la primera mujer presidenta.
La candidata de Morena, Claudia Sheinbaum, arrasó con un total de 35.9 millones de votos, lo que representa el 59.7% del total a nivel nacional.
Sin embargo, tras celebrarse la fiesta de la democracia, han surgido múltiples comentarios por parte de políticos, medios de comunicación y especialistas sobre el uso del término “presidenta”.
Mientras unos se refieren a la primera mujer electa que gobernará el país como “presidenta”, otros se muestran renuentes a utilizar esta palabra. No obstante, al no hacerlo estaríamos incurriendo en un error gramatical y de género.
En entrevista con Ambas Manos la maestra Cintya Bermúdez Estrada, académica de Ciencias Sociales de la Ibero Puebla, explicó por qué es correcto utilizar la palabra.
La experta señala que la Real Academia Española (RAE) reconoce el término presidenta desde el año 1803. Es decir, desde hace dos siglos el sustantivo femenino existe en el diccionario y se utiliza para referirse a “la mujer que preside”.
Las leyes mexicanas y la propia Constitución distinguen esta expresión siguiendo la normativa lingüística de la RAE. Por lo tanto, no existe ninguna razón para referirse a Sheinbaum como “presidente”.
Sería una incongruencia de género para la normativa de la RAE y la gramática del español. Es un error, es como decir ‘la calor’, es una inconsistencia de género”.
Pero la historia del término va más allá de su inclusión al diccionario, ya que, según el corte diacrónico de la institución, gracias a una serie de registros que documentan años del estudio de la lengua descubrieron que la palabra presidenta existe en el español desde los años 1600.
¿Por qué en México se rehúsan a usar el término ‘presidenta’?
La maestra recalcó la importancia de reconocer que la palabra existe. Y es que “si no nombramos a la presidenta como tal, estaríamos incurriendo en algún tipo de error gramatical”.
La académica hizo referencia a Ferdinand de Saussure, el fundador de la lingüística moderna que nombró “inmutabilidad lingüística” al fenómeno que se da en la población que se resiste a un cambio drástico de la lengua.
Sin embargo, desde una razón extralingüística, obedece a la necesidad de mantener un orden masculinizado de las cosas. Sobre todo, en una sociedad como la mexicana donde impera el machismo.
Por lo tanto, ver a una figura de poder femenina de tal envergadura como es la presidenta podría resonar fuerte para muchos.
“No quieren decir ‘la presidenta’, pero no tienen ningún problema en decir ‘la sirvienta’, digamos que es exactamente el mismo caso en términos lingüísticos y morfológicos”.
Bermúdez Estrada consideró que estas y otras palabras pueden incomodar o no, dependiendo de la forma en que se utilizan.
Además, en una sociedad dominada por el género masculino, se han desplazado los sustantivos que nombran a mujeres en cargos de poder, pero eso no quiere decir que no existan.
Decir ‘la presidenta’ viene del verbo presidir, la que preside; y la sirviente viene del verbo servir, la que sirve, estamos perfectamente cómodos diciendo ‘la sirvienta’ pero no nos sentimos cómodos al decir la presidenta, se sienten ofendidos”.
Ahora que los papeles se invierten y habrá una nueva titular del ejecutivo, surge la duda sobre el papel que ocupará el esposo de Sheinbaum Pardo, Jesús María Tarriba.
Históricamente a la esposa de un mandatario se le llama “primera dama”. Por lo tanto, su referente lingüístico sería caballero, indicó Cintya Bermúdez Estrada.
Sin embargo, fuera del contexto lingüístico, no hay precedente sobre este término. Por ejemplo, con los esposos de las presidentas que han gobernado países de América Latina, no se menciona la palabra caballero.
De acuerdo con la académica de la Ibero Puebla, estas figuras masculinas asumen un cargo o puesto por sus propias competencias y méritos, a diferencia de las mujeres.